Desde sus primeras publicaciones, aparecidas en revistas culturales como Amargo, Estudios,Rumbos, y Finis Terrae, destacó por su envidiable dominio del idioma y su capacidad para expresarse en distintos formatos. Así fue como en la década de 1950 no sólo se consagró como narrador sino también como periodista, forjando un estilo único, inconfundible por su espíritu crítico e impregnado de humor.
Entre 1959 y 1964 dio a conocer sus primeros libros: Sólo un hombre y el mar (1959), compilación de cuentos; Misa de Réquiem (1959), novela breve, y Gracia y el forastero, su obra más conocida y que en la actualidad ostenta más de cuarenta y seis ediciones. Por estos años trabajó en una compilación de cuentos, en los que de manera excepcional expuso sus miedos personales. Titulado Los borradores de la muerte (1969), escribió motivado por la idea de dejar un legado íntimo y poético.
Convencido de que el escritor tiene una misión y un deber con su comunidad, abogó por el patriotismo de la palabra y por ello, cultivó el ensayo sobre temas sociales, culturales y políticos. Sin duda uno de sus mayores logros en este ámbito fue el libro El evangelio de Judas (1973), en el que realizó una profunda reflexión sobre Cristo y la religión.
El reconocimiento de sus coetáneos se materializó en 1971, cuando fue nombrado miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, en reemplazo del recién fallecido Salvador Reyes.
Una veta humorística dejó entrever en libros como: Placeres prohibidos, Ahí va esa (1973),Revolución en Chile (1962), escrita en conjunto con Carlos Ruiz-Tagle y firmada con el seudónimo de Sillie Utternut, y El joder y la gloria (1997), cuyo título aludió a la novela de Graham Greene. Por otra parte, también desarrolló la novela histórica, con Camisa limpia (1989), inspirada en la vida del médico portugués Francisco Maldonado de Silva.
Durante la década de los noventa, Guillermo Blanco se dedicó a estudiar en extenso la obra de Miguel de Unamuno. En 1999 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo por sus valiosos aportes a la cultura. “¿Qué hay tras ese reconocimiento unánime?”, se pregunta el crítico literario Hugo Montes, respondiéndose él mismo: “Quizás la poco frecuente conjunción de cualidades de muy diverso orden, como sentido del humor, sensibilidad poética y una suerte de antena especial para detectar las más mínimas variaciones del alma humana”.
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